viernes, 12 de marzo de 2010

Es eso, lo de siempre.

Los cumpleaños son eso, expectativas. Algunas se cumplen, otras no, unas cosas salen mejor de lo previsto, otras no. Los amigos alegran el alma, -a veces la familia también-. Uno se encarga de revertir todo. Las dos caras de todo, lo feliz que estoy o lo feliz que podría ser.

En un día, que por ser 11, todos los que no llaman tienen que llamar, todos con los que siempre discutís, te aman y reverencian, y todo lo bien que tenés que estar, no lo estás.

Es eso,
lo de siempre.

Soy tan pero tan feliz,
que también estoy triste.

El cariño en los ojos de la gente que te quiere,
el amor en las letras de las personas que se acuerdan.
Todo es tan perfecto que da asco.
Y entonces uno busca imperfección. ¿y dónde la encuentra?
En uno mismo.

Las expectativas depositadas en uno mismo son una cagoncha.
No dejo de decepcionarme. Una y otra vez pienso y compruebo que no soy la persona que quiero ser.
Que soy un proyecto de personalidad abandonado por un empleado público. (Ese que es re-ñoqui)
La burocracia demora eternamente el trámite de obtener mi carácter perfecto, tantos años que ya van 25. Un cuarto de siglo.

Me quiero poco por lo que soy,
y me quiero mucho por lo que podría ser.
Esa es la impotencia que se siente al ser una mediocre:
termino no quieriéndome nada.

Todo esto para decir y explicar,
que quiero ser una mejor persona.

***

2 comentarios:

  1. las cosas que uno tiene adentro...
    o mejor, "uno adentra las cosas que tiene"
    gracias por tu comentario.

    slds
    m

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